sábado, 31 de marzo de 2012

POMET.


Lo primero que llama la atención al observar los lienzos de Pomet es que reconocemos en ellos,  la adopción de un código visual aparentemente ajeno: el de la fotografía. Algo en el juego de proporciones, en el punto de vista, en la verosimilitud espacial y del claroscuro nos dice que el origen de las imágenes pintadas se encuentra en una imagen de naturaleza fotográfica.


La unión entre pintura y fotografía hunde sus raíces en el mismo origen de la fotografía.


Algo que se nos presenta como desconocido, o que no somos conscientes de ello, es el hecho de que pintores con renombre hayan utilizado la fotografía como herramienta para desarrollar sus obras. Aquí entramos en un debate de desmoralización de las obras, parece que trabajar en base a una fotografía es “copiar”, por lo que la obra pierde valor. ¿ Es eso cierto? El pintor elabora su trabajo utilizando aquellas herramientas que considera factibles para conseguir su fin, ¿ y por qué no copiar de la fotografía si eso conlleva ahorrarnos trabajo?, aún hoy, considero que en este sentido estamos arraigados, y que se valora más a un pintor que fabrique toda su obra directamente desde su mano, que uno que utilice los medios que tenga a su alcance.



            Así pues, parándome un poco para hablar sobre el protagonista de la exposición, Paco Pomet, es un pintor español nacido en Granada poseedor de una técnica muy especial con grandes trazos de oleo, en bastantes ocasiones monocromo, sobre lienzos de mediano o gran tamaño. Sus  pinturas, seguramente sacadas de fotografías tienen en ocasiones elementos extraños, desproporcionados o humorísticos.
Probablemente son varias las causas por las que nuestro pintor acude a la fotografía para elaborar su obra, primeramente puedo mencionar que gracias a la misma, el artista puede hacer referencia a escenas y momentos inéditos que ocurrieran en la realidad, aunque por otro lado, también la fotografía posee un rasgo de referencialidad y veracidad de enorme valor para un transgresor como lo es Pomet.



 
En relación a su obra expuesta, podemos ver una gran variedad de cuadros que recorren una amplio camino en tamaño y  género, encontrando retratos en base a fotografías, como también dibujos caricaturescos , comics de Mortadelo y Filemón, etc. El  humor pometiano no nos remite a la esfera de lo puramente absurdo sino que actúa como contestación, como réplica a un estado de las cosas real y socialmente adquirido. Pomet bordea sinuosamente los dominios de la ironía, de la sátira y del cinismo, y delata una visión profundamente escéptica del mundo y de las relaciones humanas.



“Me interesa lo que nos hace detenernos a mirar, por oposición al simple consumo pasivo de imágenes. Si hay algo político en mi obra hay que buscarlo en la capacidad que tengan mis imágenes de cuestionar la naturaleza de la imaginería misma. Cuanto más capaces seamos de leer las imágenes y de entender cómo funcionan dentro de nuestra cultura, mayor será nuestra capacidad individual de actuar.”


“La obra de Paco Pomet con tiene una contestación a la inercia establecida, pero el escepticismo del pintor no responde al tipo de posicionamientos que solo contribuirían a disminuir el potencial de un discurso de raíz humanista que desborda etiquetas y fronteras culturales precisamente porque delega de forma expresa parte del proceso de recepción en el espectador.”

       Pomet logra, materializando y ofreciendo a la visión esa inercia, tomar distancia respecto a la misma. Pero como Valeriano Bozal apunta, «lo grotesco adquiere así una certidumbre de la que no podemos escapar: el otro aparece como una cosa (…) Al contemplar al otro como cosa, al reificarlo, podemos tomar conciencia de nuestra superioridad, pero esta dura bien poco: el tiempo que tardamos en darnos cuenta de que nosotros somos esos»,30 y todo porque «lo cómico siempre incluye al otro, aunque el otro sea uno mismo. Ahora bien, ese no es desdoblamiento reflexivo, sino una acción que, a su vez, un tercero contempla. Y el público ríe precisamente por la inconsciencia grotesca, incapaz de ver que es uno y otro»".


Finalmente para concluir, no me quedaría tranquila sin destacar la experiencia estética al ver aquellos grandes lienzos que a simple vista no son más que pegotes de materia.  Montones de pegotes de pigmento que parecen oscilar en tan solo una escala de grises, sin embargo considero que ahí está la magia. El pintor con tan solo tres grises resuelve de manera magistral una cara, de modo que al alejarte del cuadro contemplas perfectamente ese retrato. Es un claro ejemplo de con poco, hacer mucho. Termino diciendo que Pomet, para mí destaca justamente por esto, por hacernos entrar en ese juego de no ver nada al contemplar su obra desde cerca, pero sin embargo nos da un escarmiento cuando lo hacemos desde lejos. Es gracias a esa pincelada casi esporádica, pero sin embargo, totalmente controlada por saber qué poner en el sitio justo, por lo que nos impacta tanto.










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