Lo
primero que llama la atención al observar los lienzos de Pomet es que
reconocemos en ellos, la adopción de un
código visual aparentemente ajeno: el de la fotografía. Algo en el juego de
proporciones, en el punto de vista, en la verosimilitud espacial y del
claroscuro nos dice que el origen de las imágenes pintadas se encuentra en una
imagen de naturaleza fotográfica.
La unión entre pintura y fotografía
hunde sus raíces en el mismo origen de la fotografía.
Algo que se nos presenta como desconocido,
o que no somos conscientes de ello, es el hecho de que pintores con renombre
hayan utilizado la fotografía como herramienta para desarrollar sus obras. Aquí
entramos en un debate de desmoralización de las obras, parece que trabajar en
base a una fotografía es “copiar”, por lo que la obra pierde valor. ¿ Es eso
cierto? El pintor elabora su trabajo utilizando aquellas herramientas que
considera factibles para conseguir su fin, ¿ y por qué no copiar de la
fotografía si eso conlleva ahorrarnos trabajo?, aún hoy, considero que en este
sentido estamos arraigados, y que se valora más a un pintor que fabrique toda
su obra directamente desde su mano, que uno que utilice los medios que tenga a
su alcance.
Así
pues, parándome un poco para hablar sobre el protagonista de la exposición, Paco Pomet,
es
un pintor español nacido en Granada poseedor de una técnica muy especial con
grandes trazos de oleo, en bastantes ocasiones monocromo, sobre lienzos de
mediano o gran tamaño. Sus pinturas,
seguramente sacadas de fotografías tienen en ocasiones elementos extraños,
desproporcionados o humorísticos.
Probablemente son varias las causas por las que nuestro
pintor acude a la fotografía para elaborar su obra, primeramente puedo
mencionar que gracias a la misma, el artista puede hacer referencia a escenas y
momentos inéditos que ocurrieran en la realidad, aunque por otro lado, también la
fotografía posee un rasgo de referencialidad y veracidad de enorme valor para
un transgresor como lo es Pomet.
En relación a su obra expuesta, podemos ver una gran
variedad de cuadros que recorren una amplio camino
en tamaño y género, encontrando retratos
en base a fotografías, como también dibujos caricaturescos , comics de Mortadelo
y Filemón, etc. El humor pometiano no nos remite a la esfera de
lo puramente absurdo sino que actúa como contestación, como réplica a un estado
de las cosas real y socialmente adquirido. Pomet bordea sinuosamente los
dominios de la ironía, de la sátira y del cinismo, y delata una visión
profundamente escéptica del mundo y de las relaciones
humanas.
“Me interesa lo que nos hace
detenernos a mirar, por oposición al
simple consumo pasivo de imágenes. Si hay algo político en mi obra hay que
buscarlo en la capacidad que tengan mis imágenes de cuestionar la naturaleza de
la imaginería misma. Cuanto más capaces seamos de leer las imágenes y de
entender cómo funcionan dentro de nuestra cultura, mayor será nuestra capacidad
individual de actuar.”
“La obra de Paco Pomet con tiene una contestación a la inercia
establecida, pero el escepticismo del pintor no responde al tipo de
posicionamientos que solo contribuirían a disminuir el potencial de un discurso
de raíz humanista que desborda etiquetas y fronteras culturales precisamente
porque delega de forma expresa parte
del proceso de recepción en el espectador.”
Pomet logra, materializando y ofreciendo a la visión esa inercia, tomar distancia respecto a la misma. Pero como Valeriano Bozal apunta, «lo grotesco adquiere así una certidumbre de la que no podemos escapar: el otro aparece como una cosa (…) Al contemplar al otro como cosa, al reificarlo, podemos tomar conciencia de nuestra superioridad, pero esta dura bien poco: el tiempo que tardamos en darnos cuenta de que nosotros somos esos»,30 y todo porque «lo cómico siempre incluye al otro, aunque el otro sea uno mismo. Ahora bien, ese no es desdoblamiento reflexivo, sino una acción que, a su vez, un tercero contempla. Y el público ríe precisamente por la inconsciencia grotesca, incapaz de ver que es uno y otro»".
Finalmente
para concluir, no me quedaría tranquila sin destacar la experiencia estética al
ver aquellos grandes lienzos que a simple vista no son más que pegotes de
materia. Montones de pegotes de pigmento
que parecen oscilar en tan solo una escala de grises, sin embargo considero que
ahí está la magia. El pintor con tan solo tres grises resuelve de manera
magistral una cara, de modo que al alejarte del cuadro contemplas perfectamente
ese retrato. Es un claro ejemplo de con poco, hacer mucho. Termino diciendo que
Pomet, para mí destaca justamente por esto, por hacernos entrar en ese juego de
no ver nada al contemplar su obra desde cerca, pero sin embargo nos da un
escarmiento cuando lo hacemos desde lejos. Es gracias a esa pincelada casi
esporádica, pero sin embargo, totalmente controlada por saber qué poner en el
sitio justo, por lo que nos impacta tanto.
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